
lunes, 24 de agosto de 2009
Conejos Blancos

miércoles, 29 de julio de 2009
El adios de Dulcinea
Con los últimos rayos de luz que se despiden se alza la luna cubriendo con un manto oscuro y agujereado el cielo, me dirige un leve saludo desde la distancia, con una tímida sonrisa y una lagrima silenciosa y fugitiva le respondo, dando la espalda emprendo el camino empedrado hacia mi hogar. Luciérnagas a lo largo del camino, cantar de ranas en el lago, sombras migratorias, el batir de alas el cantar del silencio y tu recuerdo.
Ya empieza el tormento, veo tu silueta entre la enramada, trae el viento un dejo de y tu aroma, el roce de tus manos, tu aliento, ya viene el vértigo, un vórtice irracional, el delirio, la ansiedad, de pronto el silencio y en medio de la locura en pausa, tus ojos. Sangre y lágrimas en un cuadro incompleto.
Un nuevo respiro, sigue el camino, un andar sombrío, trashumante sordera de mis pies, en la distancia se ve ya el techo y el humo de la chimenea, hay alguien allí, ¿Serás tú?, volviste, desgraciada esperanza que regresas agonizante porque no mueres en silencio, un correr desesperado –por favor quédate, que prefiero vivir con tu quimera que sin tu recuerdo-. A tropezones abro la puerta para encontrarme con el sillón vacío, cubierto de aquella fina capa de polvo inalterada, solo la imperceptible llama que hace ya años me acompaña.
Ahora si vas a morir maldita esperanza, ya vez que el polvo es fiel testigo de su ausencia y el humo solo una ilusión de tu locura. Si aso lo prefieres quédate, te dejo su sillón para que lo mires hasta saciarte de su ausencia, te dejo el oxido de su armadura, te dejo la espada sin filo y agrietada para defenderte del olvido y su escudo abollado para que te resguarde del frio.
Yo me voy y te dejo, iré en busca de gigantes en molinos, emprendo camino sobre un rocinante desecho, cabalgando sin rumbo fijo, cazando dragones, rompiendo cadenas, sucumbiendo ante el delirio por falta de sueño y hambre, luchare en batallas épicas junto a caballeros con nombres inmortales y será tal vez en ese momento en que sucumbiendo bajo la espada del caballero de la luna, entre la ultima punzada de dolor y el primer suspiro agónico, que lo vea llegar con su triste figura y andar sombrío, presto a llevarme consigo, a vivir por fin en el idilio de estar juntos.
Adiós
sábado, 18 de abril de 2009
Hola Luna, que tal, hace mucho tiempo que no me hablas, como extraño esas conversaciones estrelladas, la caricia de tus suspiros, el aliento nocturno que hacia ti me atraía y por el cual me perdía en medio de aquel negro reconfortante de la noche.
Ahora solo te escondes tras cortinas de nubes grises, no muestras ni tu sombra. Son incontables las noches en vela que paso buscándote, a veces un asomo de tu cuerpo, tal vez un dedo, tal vez una hebra plateada de tu cabello, pero en ultimas tan solo una ilusión, una quimera alimentada por mi locura.
Estoy en busca de tu concejo, pero me conformo tan solo con una mirada amigable, tal vez un susurro al oído, una suave caricia que aquiete la inexplicable intranquilidad que atormenta el alma de este bohemio encadenado.
Ya mis manos no responden; la pluma me pesa, la tinta se seca aguardando tomar forma de palabra sobre una hoja en blanco y así traducir el enmarañado tumulto de ideas que se arremolinan torpemente, navegando sin rumbo en aquella niebla gris infinita pero encarcelada entre hueso, piel y sesos. El poeta agoniza aferrándose con fuerza a ese débil hilo de aparente salvación que lanza traicioneramente la esperanza.
Haz caso omiso a estos torpes reclamos de amante clandestino que erro en su papel silencioso. No turbes tu sueño, no derrames ni una lágrima, procura no dejar de sonrojarte, que no te han de faltar caballeros de brillante armadura que hagan guardia a tu mirada, ni poetas malditos que inmortalicen en versos tu belleza.
Por mi parte emprendo camino hacia el olvido, remontando abismos sobre unicornios aguamarina para que mi presencia no desconcierte tu mirada, para ahogarme en tu recuerdo, todo a la luz de una vela.
Adios