lunes, 22 de noviembre de 2010

Espera

Espera



Sentada en el parque aquel donde con la cantidad adecuada se ven duendes, hadas, algún fauno y un sátiro que siempre hace reír a carcajadas a todo aquel que lo deja, sentada unos metros delante, como formando parte del escenario estaba ella. Sola, revisando cada tanto su reloj de pulsera, parecía la imagen de un desafortunado evento condenado a repetirse, un fantasma. Yo la miraba y sin darme cuenta perdí la noción del tiempo, todo se resumía a SU espera; ¿a quién esperaba?, mi mente divago por las infinitas posibilidades existentes sobre aquella razón que la mantenía inmóvil en esa silla, mirando sistemáticamente su reloj de pulsera.

Sin importar que tan lejos fueran mis pensamientos tenia la mirada fija en ella, en sus movimientos; cuando sin aviso alguno me invadió un temor corrosivo que creció desde mis entrañas y como una plaga se extendió por todo mi cuerpo, temor de perderme tanto en divagaciones y teorías que desviara la mirada y ella desapareciera y yo con ella. Su rostro se volvió familiar y su espera la mía, tanto que no recordaba quien era o que había antes de fijarme en ella, en su tiempo que era el mío. Los sonidos alrededor se silenciaron, gente sin rostro pasaba y por lapsos de tiempo, cuando un cuerpo genérico cruzaba entre ella y yo el temor y la angustia que desapareciera entre la multitud se hacía más fuerte, verla como un anónimo en el obituario era una idea insoportable.

El sonido de un freno en seco y un golpe sordo pausaron por un segundo – eterno segundo- cualquier murmullo y movimiento alrededor, un grito ahogado puso en marcha de nuevo a la multitud que empezó a caminar hacia el origen del grito. Este giro de eventos inesperados la saco de su ya rutinaria vista al reloj de pulsera, dirigió su mirada algo perturbadora, fría, penetrante y familiar – sobre todo familiar, pero donde? – hacia mí, transgredió todo mi ser y perforo directamente en mi alma desnuda y como si supiera su espera terminada corrió entre la multitud hacia el lugar del tumulto. Corrí tras sus pasos, procurando guardar prudencial distancia para pasar por un curioso más; ella, evitando los cuerpos extraños - como un fantasma- para acercarse lo más posible al evento principal, yo a su espalda imitando a su sombra. Al llegar a la primera fila del círculo que se formo al rededor de lo que aparentemente había sido la causa del estruendo y la muchedumbre, comprobó que su espera realmente había terminado y que ya nunca más esperaría, por lo menos a ella no la esperaría más.

Yo seguía sin poder apartar la vista de aquel fantasma tan familiar como desconocido que me había cautivado con descaro, cuando de sus ojos broto una lagrima solitaria que me obligo a desviar la mirada hacía la fuente de su llanto y me vi reflejada como en un espejo dantesco con un hilo de sangre corriendo desde la comisura de mis labios pasando por mi mejilla hasta terminar en el pavimento – no más espera- como por instinto mi mano subió hasta la mejilla y una sustancia escarlata todavía caliente dio color a la palidez de mis dedos, volví la mirada para encontrarla a ella y asegurarle que ya no debía esperar más, pero ella ya no estaba, se perdió entre el anonimato y comprendí que el fantasma era yo

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